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sábado, 10 de septiembre de 2022

Calle Herradura

 Cuando iba a casa de mi madre algún fin de semana que otro, casi siempre le pedía que fuésemos a pasear por las calles de la ciudad. Una ciudad, que, para mí, parecía no tener defectos. Sentía una gran emoción cada vez que se acercaba el momento de ir a visitarla. Aquello sí que no tenía precio ni era intercambiable con otra cosa.




Somos tres hermanos. Dos hombres y yo, la única fémina de la familia. Nos vamos compartiendo los encuentros. Aunque a veces coincidimos unos hermanos con otros, ello conlleva unas largas tardes de disfrute y gozo por el hecho de vernos todos y compartir nuestras cosas.

Mientras pasábamos mi madre y yo por la calle Herradura, las campanas no cesaban de tañer, pero esta vez era un toque triste. Nos quedamos un poco extrañadas, pues no sabíamos quién habría podido fallecer, a pesar de que el barrio no era muy grande y nos conocíamos casi todos. Después pudimos recoger la información de una fuente cercana, mi tía Leonor, que vivía a tres manzanas de la casa de mi madre. Nos informó de la causa y desarrollo de los acontecimientos.

"Como sabeis, desgraciadamente, tenemos una organización mafiosa en el barrio. Uno de los cabecillas ha acuchillado a uno de sus componentes por traicionar uno de sus secretos. No ha sido ningún accidente, como se rumoreaba por ahí, no, ha sido un asesinato. No quiero ni pensar. Todavía no hay ningún culpable porque no se han encontrado pruebas suficientes. Nunca hay pruebas suficientes. Madre mía, adónde vamos a llegar..."

                                                                                                       Teresa Ribello.


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