Capítulo 3 - 2ª Obra
- ¿Has
visto qué diseños tienen esos pañuelos? -dijo Valentina,
acercándose a uno de los puestecillos del paseo-.
- Sí,
son preciosos, pero a mí lo que me ha encantado es aquel pasador
para el pelo. ¿Se puede probar? -dijo Lucía-.
- Claro,
faltaría más. Cójalo, sin problema -dijo el vendedor-. Es muy
elegante y le favorece a su color de pelo. No se lo piense y
lléveselo.
- Es
verdad, te queda bien -dijo Valentina-.
- Sí,
lo compro. A veces me molesta tener el pelo en la cara y termino por
recogérmelo -dijo Lucía-. Gracias. Vamos a ver los animales.
- Mira,
hay lagartos -dijo Héctor-.
- Lo
siento, pero no es mi fuerte. ¡Oh! Adoro los peces. Son de colores
-dijo Lucía-.
- Me
dijiste que tenías algunos en casa, ¿verdad?
- Sí,
son todos de color dorado. Muy lindos. Fue un regalo de mi madre
para una Navidad. Aunque no emiten sonidos, ni te lamen, ni tocan,
también ofrecen compañía y tranquilidad.
- Claro,
solo con verlos moverse de esa manera tiene que relajar -dijo
Valentina-.
- ¡Hola!
A ustedes les conozco -dijo Lucía, dirigiéndose al vendedor de uno
de los puestos-. ¿Desde cuándo estais trabajando en esto?
- Llevamos
ya algún tiempo. Nos tenemos que ganar la vida en algo. Hasta que
no nos salga otra cosa mejor, tenemos que seguir con esto. Lo usamos
como alternativa cuando no vemos otra salida. A veces hemos tenido
que acudir a Voluntades Unidas. El otro día recibí una carta de
vosotros informándome sobre una ayuda que solicité para los niños,
pero quisimos rehusar de ella. Esto ahora nos está ayudando un poco
y no queremos abusar.
- Eso
me parece un acto de buena voluntad por vuestra parte. No obstante,
ya saben dónde estamos si nos necesitan. ¡Buen día y hasta luego!
- ¡Buen
día!
La
familia continuó trabajando en su tenderete de animales, no sabiendo
cómo ponerlos en su debido sitio para que fueran más visibles al
público viandante.
- El
mar está revuelto y las olas parece que no están de humor -dijo
Héctor mientras cogía de su bolsa unas cuantas patatas fritas-.
- Cuando
veo el mar tan agitado, a veces me viene a la memoria lo que viví
en aquella prueba tan dramática con mi hermana Alicia. Éramos
pequeñas y no supimos manejar aquella ola que venía hacia
nosotras. Desde entonces no he vuelto a ir a la playa con el mar
embravecido -dijo Lucía-.
- ¿Quién
fue a socorreros? -preguntó Héctor-.
- Mi
padre, ¿quién si no?. Era una persona fuerte que se atrevía con
todo. No le temía a nada ni a nadie y hacía grandes cosas por
nosotras. No sé cómo pudo ser capaz de soportar el ímpetu del
agua, a la vez que intentaba salvarnos.
- Pues
sí que fue valiente tu padre -dijo Valentina-.
- Para
mí, un héroe. ¿Qué has visto en tu móvil ahora, Héctor?
- La
noticia de un posible delito ecológico en el ayuntamiento de esta
ciudad. Por lo visto se han presentado denuncias contra los alcaldes
por trasladar aguas sin depurar.
- ¿Y
no saben los riesgos que eso puede causar en perjuicio de nuestra
salud? -dijo Lucía-. Deberían ser cesados del Ayuntamiento, y no
solo por eso.
- Pues
sí, pero como siempre, la clase política se ampara en que no hay
presupuesto suficiente para poder construir una estación depuradora
y por tanto, trasladan esta responsabilidad a otro organismo, que
por supuesto, también pondrá otra traba -dijo Héctor-. En el
ayuntamiento se está de lujo.
- ¿Se
está de lujo? Pues también conozco una asociación que,
precisamente denuncia esos casos y por persistir mucho en el
problema, ya han resuelto unos pocos -dijo Lucía-.
- Me
parece estupendo -dijo Héctor-.
- ¿Qué
hace la policía ahí tan agrupada? -dijo Valentina-.
- Están
mirando hacia el suelo. Parece que hay algo sospechoso -dijo Lucía-.
- Sí,
parece que han visto una mancha de sangre junto a las montañas. Se
cree que pueda haber sido un secuestro -dijo una mujer que pasaba
por allí-.
- ¿Un
secuestro? ¿Se sabe de quién? -preguntó Lucía-.
- Se
cree la posibilidad de que pueda ser el hijo del empresario Marcos
Toro -dijo la mujer-.
- Le
vi ayer por la calle Sauce -dijo Lucía-.
- Todo
ha ocurrido durante el mediodía. Su padre está también con ellos.
Teresa Ribello.