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domingo, 18 de febrero de 2024

Eres un cocinitas /// Muerto de miedo

 Cocinar era su pasión. A mi marido le gustaba hacer pasta todos los fines de semana. Era su especialidad. No necesitaba leer muchas recetas, visitando internet. Echaba un vistazo a la despensa o a la nevera y en un momento tenía en la cabeza lo que iba a preparar.


Tampoco necesitaba muchas cosas para realizar un plato exquisito. Eso sí, a todo plato que elaboraba le arrojaba algún tipo de condimento. Era don Especia. Amaba la cocina.

- Este fin de semana haré espaguetis a la marinera. Le pondré almejas y gambas -dijo Sergio-.

- ¿Y la salsa? -dijo Elisa-.

- Uf, la salsa lleva un montón de cosas: mejillones, calamares, vino blanco y un largo etcétera.

- No puede estar mal, aunque nunca lo he probado -dijo Elisa-.

- Lo mejor va a ser el postre.  Tarta de flan y galletas. Aunque parece muy fácil, hay que saber darle el punto -dijo Sergio-.

- Sergio, pareces un profesional.

- Casi lo soy. Si mi padre estuvo casi cuarenta años de chef en un gran restaurante, debo llevar algo en la sangre.

                                                         Teresa Ribello.


                                                 *************


Jamás conoció ni a su padre ni a su madre. Ni si quiera vio nunca una foto de ellos. Dejaron en descendencia a Pip y cinco hermanos más.

Una voz fuerte le salíó al encuentro mientras estaba en el cementerio. Era una voz monstruosa que le decía: "¡Estate quieto o te mato! ¿Cómo te llamas? ¿Dónde vives?" El contestó que a una milla o más desde la iglesia.


Pip estaba muy aterrorizado por la visión que tenía delante. No era para menos.

Le quitó el poco pan que tenía en los bolsillos y no comprendo cómo a un niño tan pequeño le llegó a llamar hasta sinvergüenza.

El terrible hombre le amenazó con destrozarlo si al día siguiente no le llevaba una lima y víveres. El hombre se marchó sin dejar de mirar hacia atrás, hacia el chiquillo, mientras Pip salía corriendo del lugar.

                                                        Teresa Ribello.

                                                        (Grandes Esperanzas, Charles Dickens)





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domingo, 4 de febrero de 2024

A buenas horas

 Las habitaciones estaban totalmente revueltas. Las mesas y las sillas desmontadas, con las piezas esparcidas por el suelo. Los colchones quitados de las camas, los cojines fuera de los sofás. La casa desarbolada. No estaban las joyas, ni el dinero que Pedro había guardado en una cartera, dentro de la chaqueta.


No era una zona en que hubiera robos muy habitualmente. Era una oleada reciente, sobre todo en la parte oriental de la ciudad. Se respiraba un ambiente de inseguridad total. Lo más bonito es que habían cometido el delito mientras la policía estaba haciendo un control por la ciudad. Eso sí que es inaudito. Tampoco es muy creíble que el robo se produjera sobre las seis de la tarde y que nadie se percatara de nada. Lo que sí es más posible es que el delito fuese hecho en un bajo, como realmente fue.

Ahora, después de lo ocurrido es cuando las fuerzas de seguridad se han incrementado visiblemente. A buenas horas...

                                                                    Teresa Ribello.


Alimentos engañosos

De entre todos los productos de la lista de la compra para esa semana, observó que muchos de ellos eran de último lanzamiento y verdaderamen...