Todo aquel que lee, deja en un cajón de sus recuerdos una anécdota más para su existir.
martes, 30 de julio de 2024
domingo, 28 de julio de 2024
Paseando a la señorita Havisham
El día que correspondía, Pip volvió a la casa de la señorita Havisham. Llegó a una tétrica habitación, en la planta baja. Estella le dijo a Pip que se quedara allí hasta que le llamasen. Todos los que estaban allí no paraban de mirarle. Había tres mujeres y un hombre y me dio la impresión de que eran un poco farsantes. Decían: "¡Pobrecillo!".
Después le condujeron hasta la habitación de la señorita Havisham. Le preguntó si quería jugar, a lo que Pip contestó que no, no de muy buena gana. Entonces, la señorita Havisham le preguntó si quería trabajar. Esta vez le contestó con mejor ánimo. Ella le dijo que se fuera a la habitación de al lado y que esperara a que ella fuese.
Luego se dio cuenta que el trabajo que tenía que realizar era pasear a la señorita Havisham por la estancia, todo el tiempo, así que se apoyó en su hombro y empezaron a andar.
Estella apareció en compañía de las tres mujeres y el hombre, y Pip quedó avergonzado.
Teresa Ribello
GG.EE., Charles Dickens
domingo, 21 de julio de 2024
Un domingo de cumpleaños
Fue un domingo estupendo. No hubo tiempo para aburrirse. La reunión de personas cada vez más dispuesta a pasarlo bien. Yo lo puedo decir como testigo y no el único.
En torno a las seis de la tarde ya estaba todo preparado para la fiesta. Aunque era un día de intenso calor, contra eso no se podía hacer nada, pues era el día de su cumpleaños, se pasó genial.
El sitio, que estaba reservado para nosotros desde hacía algunas semanas no podía ser mejor. Situado en lo alto de un monte, desde allí se podía apreciar bastante bien la costa y toda la ciudad.
Miguel, nuestro padre, a pesar de su edad, no se encontraba muy mal de salud. Se le veía erguido, hablando con unos y con otros y soplando las velas como un chaval.
Cuando llegó la hora de desenvolver los regalos, se puso de tal modo que hasta hubo que calmarle los nervios.
Hubo un obsequio que le gustó especialmente.
- ¿Qué es esto? -preguntó mi padre-.
- Es un cuadro de la abuela, para que la tengas más cerca de ti -dijo su nieto-.
Entonces, mi padre no pudo contenerse y rompió a llorar.
Teresa Ribello.
domingo, 14 de julio de 2024
Regalo de un desconocido
El señor Pumblechook preguntó a Pip que cómo le había ido en la ciudad.
Pip soló contestó que muy bien. Solo contestó esa frase y eso no gustó a su hermana Joe, que ya empezaba a amenazarle.
El señor Pumblechook empezó a interrogar a Pip sobre todo lo que había visto en la casa de la señora Havisham, pero Pip solo contaba mentiras. Pip confesó a Pip todas esas mentiras y este no hacía más que decirle que fuera por los caminos rectos para llegar a ser una persona extraordinaria. "Procura vivir y morir feliz", le decía Joe.
La hermana de Pip había mandado a Pip que fuese a buscar a Joe a Los Tres Alegres Barqueros, con amenza de castigo si no volvía. En un bar que había allí, Pip entró y encontró a Joe con el señor Wopsle y un desconocido. Este volvió la cabeza y miró a Pip. Estaban bebiendo ron y charlando sin parar.
El desconocido regaló a Pip un chelín que se sacó de su bolsillo. Lo envolvió en un papel arrugado y se lo dio diciendo: "Para ti solo". Pip le dio las gracias y salió de allí con Joe.
A la hermana de Pip parece que no le gustó el mencionado regalo y Joe tuvo que encaminarse de nuevo para devolverlo a Los Tres Alegres Barqueros, pero cuando llegó, el desconocido se había marchado. Joe dejó el recado en el bar referente a los billetes.
Aquella noche se durmió con la idea de la nueva visita del próximo miércoles a la casa de la señorita Havisham.
Teresa Ribello
GG.EE., Charles Dickens
domingo, 7 de julio de 2024
Le ha llegado un paquete
- Aquí tiene su paquete, señora -dijo el repartidor, que parecía que hablaba en otra lengua.
- Me parece que se ha equivocado -dijo Alicia, fijándose bien en la dirección que había impresa en la esquina inferior derecha del envoltorio-. Además, no tengo ningún pedido pendiente.
- A ver, voy a mirar -dijo el repartidor-. Perdone, señora, pero la dirección corresponde con la calle, y el número también coincide. ¿Es usted Alicia Espinosa?
- Efectivamente, pero no recuerdo haber hecho ningún encargo -dijo Alicia-.
- Señora, estoy a su disposición para todo lo que necesite, pero mi deber es entregarle el bulto. Usted lo mira, y luego lo puede devolver cuando quiera.
- De acuerdo, gracias.
El repartidor continuó con su ruta por la ciudad, mientras Ana se disponía a averiguar qué era lo que aquel bulto podría contener.
- Roberto, ¿recuerdas aquel cuadro que nos gustó tanto en casa de los Hernández? Me lo han enviado como obsequio. Dicen que es por mi labor realizada, cuando su perro estuvo enfermo -dijo Alicia-.
- Es que eres una gran veterinaria -dijo Roberto-.
Teresa Ribello.
Alimentos engañosos
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