Cada vez faltaba menos para la marcha de Pip.
Como poseedor de un gran porvenir, le venían imágenes de la gente humilde que iba a la iglesia cada domingo y de personas que había conocido a lo largo de su vida.
Adiós a todo eso. Ahora tendría una vida llena de todo lo mejor. Ya no se dedicaría al oficio de herrero.
Pip dijo a Biddy que no la olvidaría nunca. También le pidió un favor. Que nunca dejara de ayudar a Joe.
Aquel día Pip se puso el mejor traje que tenía y se dirigió a la ciudad en busca del sastre, señor Trabb. Le contó que su vida había cambiado y que había adquirido muy buenas propiedades y que necesitaba un bonito traje. Lo pagaría al contado. El sastre, enseguida le felicitó, quedando atónito con la noticia.
El señor Trabb empezó a enseñarle todo tipo de telas de gran calidad. Al fin escogió la tela adecuada y se fueron al salón para tomar las medidas.
Teresa Ribello
GG.EE., Charles Dickens