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jueves, 30 de mayo de 2024

Dificultad para aprender

 A Pip parece que le costaba aprender las lecciones de la escuela.

A Joe le gustaba mucho leer, pero no pudo ir a la escuela cuando era pequeño porque su padre maltrataba a su madre y a él.

Tuvo que empezar a trabajar en el oficio de su padre. Este continuó manteniéndose hasta que enfermó de un ataque de perlesía. Su madre no tardó mucho después en ir tras él para gozar del descanso.


Entonces Joe quedó solo hasta que conoció a la hermana de Pip, la cual, según Joe, era una mujer ideal.

Cuando Joe dijo esas palabras, (era una mujer ideal), Pip miró fijamente al fuego con las mayores dudas acerca de tal afirmación.

Joe quería que Pip le diera enseñanzas, pero no quería que se enterara la hermana de Pip para que esta no pensara que Joe fuese a tener más autoridad que ella.


Teresa Ribello.

GG.EE. (Charles Dickens).



domingo, 26 de mayo de 2024

Una mañana en el mercado

 En la calle había una manifestación para la defensa de los niños maltratados por el bullyng. La misma arrancaba en la plaza del Ayuntamiento para terminar en calle Flores, junto a los puestos de los mercadillos. Menos mal que corría aire de levante porque si no no se hubiera podido andar por el exterior.


Iban camino al mercado municipal. Querían ver el género de pescado que había entrado ese día.

- Por lo que estoy viendo, creo que va a salir una sopa riquísima. ¿Has visto qué cazón? -dijo Amalia-.

- Sí, y ¿has visto aquella rosada? Maravillosa -dijo Ángel-. A veces sale mejor con rosada que con cazón.

Amalia se acercó al mostrador del puesto para preguntar al que despachaba.

- Por favor, ¿qué precio tiene el cazón?

- 10 euros el kilo. Y la rosada a 15.

- Entonces, me llevaré cazón -dijo Amalia-.

- Ha hecho usted una buena elección, señora. Le va a salir igual de rico y más barato. ¡Qué tengan buen día! -dijo el vendedor-.


Teresa Ribello.


domingo, 19 de mayo de 2024

Espantando pájaros

 Cuando Pip vio que Joe empezó a buscar su lima, empezó a pensar que quizá debió haber dicho la verdad, pero no lo hizo, temiendo que pensara de él lo que no debiera.

El creía que era demasiado cobarde tanto para hacer lo bueno como para hacer lo malo.

Su hermana cogió a Pip, pareciéndole que su presencia fuese una ofensa para los invitados y le ayudó a subir las escaleras.

Pip tenía que ayudar en la fragua, pero si algún vecino necesitaba ayuda para espantar a los pájaros, coger piedras o algo parecido, inmediatamente se le adjudicaba el trabajo. Todo lo que ganaba se guardaba en una hucha que estaba junto a la chimenea. Pero Pip no tenía muchas esperanzas de conseguir aquel dinero.


Había una anciana, tía abuela del señor Wopsle que daba clases nocturnas en el pueblo. No tenía muchos recursos económicos. De seis o siete iba a dormir en compañía de algunos niños que le pagaban dos peniques por semana cada uno.

La tía abuela de Wopsle dirigía el Instituto de Educación y regía en el mismo lugar una tienda de abacería...


Teresa Ribello.

GG.EE., Charles Dickens

domingo, 12 de mayo de 2024

En busca del helado perdido

 En la televisión no había nada que mereciera la pena en ese momento. Ningún canal emitía nada que fuera de su agrado. Fuera, hacía calor, pero no le impidió salir a comprar un helado para tomarlo en casa. Se puso la gorra y se dispuso a buscar algún kiosko que estuviera abierto en ese momento. Aunque sería difícil, por la hora que era y el intenso calor que hacía. La temperatura rondaba los cuarenta y tres grados. Las calles estaban desiertas.


Todo el mundo estaría en sus casas sirviéndose del aire acondicionado. La primera heladería que encontró estaba cerrada todavía. Siguió buscando, pero las demás de la competencia también se encontraban cerradas. Pero él no se opuso a seguir rastreando. Recorrió toda la ciudad, pero en vano. Pensó que si se dirigía hasta la playa, aunque tuviera que caminar algo más, vería alguna. Así que hasta allí se fue. Al fin pudo adquirir su helado en uno de los primeros puestos que vio.

El trayecto era demasiado largo. Cuando llegó a casa, su helado estaba casi derretido. A quién se le ocurre.


Teresa Ribello.

domingo, 5 de mayo de 2024

Las antorchas se apagaron

 Ya en los marjales, con el frío y la nieve de fondo oyeron unos gritos. Los soldados corrían y Joe los seguía.

El sargento exclamó que allí estaban los dos fugitivos. Pip los conoció enseguida.


Los dos presos iban separados y custodiados por algunos hombres. El señor Wopsle quería regresar pero Joe quería llegar al final, así que siguieron acompañando a los soldados.

Durante el camino llegaron a una cabaña con fuego y bien iluminada. Había un guardia que preguntó "¿Quién vive? y el sargento contestó con el santo y seña.

El sargento comunicó todo lo ocurrido. El penado a quien Pip llamaba "el otro" salió para ir a bordo acompañado de su guardia.

El bote regresó para llevarse al otro penado. Las antorchas se apagaron como si todo hubiera terminado ya.


Teresa Ribello.

GG.EE., Charles Dickens.

Alimentos engañosos

De entre todos los productos de la lista de la compra para esa semana, observó que muchos de ellos eran de último lanzamiento y verdaderamen...