Era su exposición. A través del espejo se veía a María junto a sus obras, e intercambiando conversación con todo el que por allí se acercaba. Algunos de sus cuadros hacían referencia a situaciones sociales, motivos de naturaleza, religiosos, etc. Todo original, no había ninguna versión. Su forma de pintar, casi siempre con acrílico y de manera figurativa.
Su amiga acababa de entrar a la galería y enseguida, antes de hablar con ella se acerca a echar un vistazo a los cuadros.
- He salido a dar una vuelta y al pasar por aquí, decidí pararme a visitar la galería. ¿Cómo estás, María? -preguntó Rebeca-.
- Un poco cansada, a estas horas. La verdad es que no paro de atender a toda la gente que viene de la calle -dijo Máría-.
- Claro.
- Me gustaría saber qué interpretación tienes de mis cuadros -dijo María-.
- Bueno, bajo mi punto de vista, les falta chispa, no van acorde con el mensaje que me imagino quieres mostrar, ni desde luego con el tiempo actual -dijo Rebeca-.
La dejó planchada. En ese momento no sabía qué decir. No esperaba eso de su amiga.
- Gracias, Rebeca -dijo María-.
- Ha sido un placer, querida -dijo Rebeca-.
Es lo único que le pudo decir.
El agente de seguridad, que allí se encontraba y que escuchó todo, le dijo algunas palabras reconfortantes.
- No te preocupes. A palabras necias, oídos sordos. Todos sabemos sobre la calidad de tu obra.
- La tenía por una amiga de verdad -dijo María-.
- Lo que hace la envidia...-dijo el agente-.
Teresa Ribello
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