Fruncimos el ceño cuando estamos en desacuerdo con algo o enfadados. Pero está relacionado con nuestra evolución como especie y con la comunicación entre los seres vivos, siendo esta la más importante.
Antes de que pudiéramos comunicarnos con el lenguaje hablado, se utilizaban los gestos.
Desde siempre, el ceño fruncido ha demostrado desaprobación o tensión, sin necesidad de tener que hablar.
También, al fruncir el ceño, las cejas se acercan, los ojos se protegen y se ve mejor. Además, sirve para proteger los ojos del sol, el polvo y la lluvia.
Un inconveniente puede ser la desaparición de amigos, que con el tiempo se puede producir si practicamos este hábito.
También podemos dar una imagen negativa hacia los demás, debido al estrés o la tensión, y a la vez, todo eso puede afectar a nuestro bienestar físico y emocional.
Teresa Ribello
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