- Amigo, no puedo expresar con palabras lo bien que lo he pasado la tarde de hoy -dijo María-.
- ¿Ha merecido la pena tu salida? -preguntó Manuel-.
- Ha sido fantástico. Además me ha quitado toda la tensión y estrés que tenía acumulada -dijo María-.
- ¿Cómo estaba el mar? -preguntó Manuel-.
- Estupendo, muy calmado, aunque tú ya sabes que me encanta ver el mar embravecido... -dijo María-. Su color no era el azul de la semana pasada. Al estar el cielo entoldado, el agua se veía gris, pero muy bonito.
- ¿Había mucha gente? -preguntó Manuel-.
- ¿Que si había gente? Abarrotada. Hoy hemos tenido 25 grados, dentro de algunos días tendremos 30 y a medida que avance el verano pasaremos de los 40, como mínimo -dijo María-.
- ¿Hiciste ejercicio? -preguntó Manuel-.
- Sí, unas cuantas flexiones, de esas que me enseñaste en el gimnasio -dijo María-.
- Muy bien -dijo Manuel-.
- Después, cuando llegó la hora de comer, como no había preparado nada en casa, ni había quedado con nadie, me metí en el restaurante de la calle Sagasta, que a ti te gusta tanto -dijo María-. Por cierto, a ver si quedamos un día de estos, después del trabajo, se come fenomenal -dijo María-.
- Hecho -dijo Manuel-.
- Me tomé un sandwich de marisco con guacamole, exquisito. Lo tienes que probar -dijo María-.
- Por supuesto.
Teresa Ribello
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