La calle ofrecía una vista desoladora. El barro había sobrepasado mucha altura en todas las casas, tanto en la de Adrián como en todas las de la calle. Aquello no parecía normal. Los coches, unos detrás de otros o amontonados por la fuerza de la riada.
Las frases más escuchadas eran: "¡Madre mía, que alguien nos ayude, por favor!", "¡Lo hemos perdido todo!", "Nadie viene a ayudarnos", "La ayuda llega tarde"...
En proporción a otros años, la magnitud de la catástrofe ha sido mucho mayor. Algo que nunca se había visto de una manera tan salvaje como lo que ha acontecido este año.
Y tantos muertos...encontrados bajo el lodo y en los coches...
Parece que todo llega a oídos de los que lo tienen que escuchar, pero nadie reacciona eficazmente para que las ayudas lleguen a tiempo.
El dibujo de la ciudad causa una verdadera aflicción.
Teresa Ribello
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