Pip y la señorita Havisham continuaban dando vuel
tas y más vueltas por la estancia, ante las visitas.
La visita de aquel momento se fue y la señorita Havisham propuso a Estella y Pip que jugaran a los naipes, así que se sentaron. Pip perdió. Él se fijaba en la belleza de Estella y en su joyas, que hacían relucir su rostro.
Después de jugar varias partidas más se fijó el día que Pip volvería otra vez de visita.
Le dieron de comer y le dejaron que diera vueltas para acá y para allá. Se metió en el jardín que descubrió con la puerta abierta. Por allí, Estella había acompañado a las visitas hasta la calle. El jardín era silvestre.
Pip miró a través de una ventana del jardín al interior de la casa. Se encontró con un joven muy pálido y los ojos enrojecidos. Enseguida, este joven vino hacia donde estaba Pip y le saludó. Quería pelear con él y le dio un cabezazo en el estómago. Pip le gano al joven, aunque no terminó muy satisfecho con su victoria. Se despidieron y Pip entró en el patio, donde encontró a Estella.
Teresa Ribello
GG.EE., Charles Dickens
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