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domingo, 4 de mayo de 2025

Conociendo a Herbert

Herbert propuso a Pip cambiar a este su nombre por el de Haendel, como el músico, a lo que Pip contestó que sí.

Llegó la cena, bastante apetitosa. Haendel se sentó frente a él.


Mientras comían, Herbert le daba algunas lecciones sobre cómo comportarse en la mesa.

Herbert era un asegurador de barcos, un capitalista, en la City. Dijo que estaba dispuesto a comprar acciones de compañías de seguro sobre la vida, dedicarse a las minas y traficar con las Indias Occidentales, que era un tráfico muy interesante y se alcanzaban muy buenos beneficios. Dijo que desde la oficina hay la posibilidad de observar alrededor.

El lunes, Herbert se marchó a la oficina y Haendel le acompañó: la oficina tenía un aspecto muy triste y no tenía muy buenas vistas. Después fueron a comer a un conocido establecimiento, para luego dirigirse a la Posada de Barnard.


Teresa Ribello

domingo, 27 de abril de 2025

Secuestrando a tu propio jefe

El campo estaba totalmente verde. Había llovido mucho ese año. Los alrededores de la casa eran preciosos, sobre todo por las rosas de todos los colores que adornaban el recinto.

Los señores Brown nos habían invitado a cenar esa noche. Para entrar y salir de casa tenemos que pasar todos los días por delante de su casa.



Cuando pasamos esa mañana había un coche de policía parado delante de la puerta. Vimos a la señora Brown moviendo la cabeza de un lado para otro, suspirando y un tanto preocupada. No quisimos parar, por no entrometernos en el asunto.

Al parecer, nos enteramos después que el señor Brown, que era aficionado a la navegación, había tenido encerrado en su barco a su jefe durante veinte días, en represalia por el mal comportamiento que había estado teniendo con él durante el tiempo que estuvo trabajando en su empresa.

Todo a cambio de dinero. No llegó a cobrar el rescate. Por lo visto la policía lo descubrió mucho antes. Y su mujer, sin saber nada...

Teresa Ribello

domingo, 20 de abril de 2025

¿Por qué se creía que el tomate era venenoso?

En algunas zonas de Europa consideraron al tomate, traído de América, como alimento venenoso, y todo porque pertenecía a la familia de las solanáceas, las cuales incluyen plantas tóxicas, como por ejemplo, la mandrágora.

Y hoy en día es una planta esencial en nuestras cocinas. Muchas personas no pueden pasar sin ella.


Durante dos siglos fue considerada una planta venenosa, pero no porque lo fuera, sino por la desconfianza que provocaba en las personas. Era una planta con muy mala reputación. Reputación que llegó hasta los libros de escritores famosos, como John Gerard, el cual afirmaba en su libro The Herball que era una planta tóxica.

Pero la verdadera causa fue otra.

Y es que, durante la aristocracia de la época se usaban platos de estaño (aleación de plomo), que al contacto con la sustancia del tomate se producía una liberación de plomo, y al ser consumido se provocaba el envenenamiento de los comensales.


Teresa Ribello




domingo, 13 de abril de 2025

Excluida

 - Silvia, ¿te acuerdas cuando nos encontramos la última vez en el trabajo? -preguntó Rosa-.

- Sí, cuando me contaste todo lo que te ocurrió en el trabajo, con aquella compañera -dijo Silvia-.

- Pues ahora me ha ocurrido otra cosa -dijo Rosa-.


- Dime.

- He quedado excluida de la bolsa de trabajo -dijo Rosa-.

- ¿Qué me dices?

- Como te digo. Pero el fallo ha sido mío. Por lo visto no hice el autobaremo correctamente -dijo Rosa-.

- Pero, ¿cómo se te va a olvidar eso tan importante? -preguntó Silvia-.

- No sabía que había que hacer el autobaremo y tampoco se me informó de nada. Menuda racha llevo. Menos mal que me dirigí al sindicato y allí me pudieron ayudar. Introdujeron todos mis títulos y los enviaron al Registro Único. Dentro de dos o tres meses saldrá el listado definitivo de admitidos y excluidos, y ya veremos lo que pasa...-dijo Rosa-.

- Seguro que tienes suerte, Rosa -dijo Silvia-.

- En el sindicato fueron muy amables conmigo, me transmitieron mucho ánimo -dijo Rosa-.

- Sabes que te deseo lo mismo, amiga. Muy pronto te llamarán de nuevo -dijo Silvia-.


Teresa Ribello








lunes, 7 de abril de 2025

Pip conoce al señor Pocket

El señor Jagger llevó a Pip a su despacho y le informó de las decisiones que había tomado respecto a este.

Se debía dirigir a la Posada del señor Pocket. Debía permanecer allí hasta el lunes, para ver si le gustaba.

También le informó acerca de su pensión, que sería muy generosa.


Le acompañaría Wemmick. 

El lugar no tenía muy buen aspecto, con cristales rotos y todo sucio.

Wemmick se despidió de Pip y quedó a la espera de encontrarse con el señor Pocket.

Apareció el señor Pocket, que venía del mercado de haber comprado fruta para Pip, porque pensó que al ser un chico del campo, le podría gustar la fruta.

El señor Pocket resultó ser aquel chico con el que tuvo una pelea en casa de la señorita Havisham.

Pip pidió al señor Pocket que le ayudara y corrigiera en alguna torpeza, en cuanto a los modales cortesanos.

El señor Pocket quiso, que desde aquel momento le llamase Herbert.


Teresa Ribello

GG.EE., Charles Dickens


domingo, 30 de marzo de 2025

Pequeñas alusiones al termómetro

Dependiendo de la densidad de los líquidos contenidos en un cilindro de vidrio transparente, se podía conocer y medir la temperatura. 

Estamos hablando sobre la aparición del termómetro.

Dentro había esferas de vidrio con líquidos de color.

El líquido subía o bajaba, dependiendo de su densidad.


La temperatura más aproximada se conocía porque la esfera quedaba suspendida en el centro del cilindro.

El invento llevaba el nombre de Galileo Galilei, pero no fue inventado por él, directamente.

Fueron unos discípulos suyos los que lo perfeccionaron en el siglo XVII.

El termómetro de mercurio aparecería en 1714, de la mano de Daniel Gabriel Fahrenheit, pero en 2009 se prohibió su fabricación porque resultaba contaminante.

Actualmente se utilizan termómetros digitales, de manera general.


Teresa Ribello

domingo, 23 de marzo de 2025

Personas difíciles

 - Hola, Rosa.

- ¿Qué tal, Silvia?

Rosa acababa un duro día de trabajo en la oficina. Ese día no podía más con su alma y su cuerpo. Solo quería responderse a tantas preguntas como le llegaran a su cabeza. Rogaba a Dios que le ayudase en su problema, ya que por ella misma, en ese momento no podía. Era sobre su trabajo. Ese problema lo llevaba cada día a su diario, antes de acostarse.


- ¿Desayunamos juntas? -preguntó Silvia-. Te veo algo decaída.

- Venga, vamos.

Las dos se sentaron en la tercera mesa, junto al cristal, lleno de gotas de agua, por ser un día lluvioso.

- Verás, estoy atravesando una crisis laboral bastante importante -dijo Rosa-.

- Cuéntame. ¿Algún compañero? -preguntó Silvia-.

- Sí. Es compañera, y a la vez quiere hacer de jefa conmigo. Es una persona con un carácter muy difícil. No hay quien la soporte. De pronto te dice "corazón" o "cariño" y poco más tarde te alza la voz y te manda al carajo. Así no se puede trabajar. A lo largo de mi vida laboral he pasado por muchos sitios, pero como este no he visto ninguno -dijo Rosa-.

- Lo más probable es que tenga algún problema psicológico, mezclado con que pueda ser una sinvergüenza por todo lo alto -dijo Silvia-.

- Lo malo es que no sé qué hacer. No quiero darme de baja, porque pienso que la salud mental es primordial. Tampoco sé si podré irme a otro departamento. Por último, tengo la posibilidad de renunciar, pero me penalizan con dos meses sin trabajo -dijo Rosa-.

- Consúltalo, háblalo con tu jefe. Estas cosas hay que hablarlas con los superiores y contarlas a las personas responsables. No lo dudes -dijo Silvia-.

- Sí, ya no puedo más. Ayer llegué a esa conclusión y lo voy a referir esta tarde. Gracias, Silvia -dijo Rosa-.

- Bien hecho -dijo Silvia-.


Teresa Ribello.




Conociendo a Herbert

Herbert propuso a Pip cambiar a este su nombre por el de Haendel, como el músico, a lo que Pip contestó que sí. Llegó la cena, bastante apet...